EL MUNDIAL DE VOLEY 1982: A 37 AÑOS DEL NACIMIENTO DE UNA LEYENDA
El seleccionado que conducía el surcoreano Young Wan Sohn, integrado por muchos chicos de menos de 20 años, se transformó en un increíble fenómeno popular. Y dejó una semilla que todavía da frutos.
Fue el primer gran hito en la historia del vóleibol nacional. Por el logro deportivo y por la atracción masiva que consiguió generar un deporte que en ese entonces aparecía relegado entre las preferencias de los argentinos. El combinado dirigido por el surcoreano Young Wan Sohn, que finalizaría tercero en ese Mundial disputado en el país y subiría por primera vez en su historia al podio, comenzó su camino en ese certamen el sábado 2 de octubre de 1982, hace exactamente 37 años.
Las expectativas no eran demasiado elevadas, teniendo en cuenta que en el Mundial anterior, disputado en Italia en 1978, Argentina, ya bajo el mando de Sohn (había llegado al país en 1975), había finalizado 22°, su peor ubicación histórica. Además las formas del asiático (planificaba entrenamientos larguísimos, de hasta seis horas, con repetición hasta el hartazgo de distintos gestos técnicos) habían generado desconfianza en el mundillo del vóleibol nacional y los resultados en las giras previas no habían sido alentadores.
Sin embargo ese equipo comandado por Sohn, quien tenía como ayudantes a Julio Velasco y Enrique Martínez Granados, e integrado por varios miembros de la camada que había logrado el Campeonato Sudamericano juvenil en 1980 y quinto puesto en el Mundial de la categoría en 1981, explotó en el Mundial.
También explotó el público en los estadios.Argentina disputó los partidos de la primera ronda en Rosario. El día del debut en el grupo A frente a Túnez (victoria por 15-2, 15-4 y 15-0 en apenas 36 minutos de juego), 8.000 personas coparon las tribunas del polideportivo de Newell's, remodelado íntegramente para ese torneo. El panorama se repitió en las dos jornadas siguientes, en la victoria frente a México por 16-14, 13-15, 15-3 y 19-17 y la derrota ante Japón por 10-15, 17-15, 15-11 y 15-11.
“Muchos no entendían muy bien de qué se trataba el vóleibol. Perdíamos cinco puntos seguidos y nos puteaban, y quizás estábamos ganando 10-8”, recordó Waldo Kantor, uno de los pilares de aquel equipo, en una entrevista publicada en el diario La Nación en 2012. Pero los reproches eran insignificantes si se los comparaba con el apoyo y la energía que el público les transfería a los jugadores.
Con el segundo puesto en su zona, el combinado nacional avanzó a la segunda fase y quedó encuadrado en el grupo W, cuya sede sería el Luna Park. Al coliseo de Corrientes y Bouchard se mudó el fervor popular. La misión no era sencilla para el equipo de Sohn, pero un póquer de victorias ante Corea del Sur (había sido cuarto en el Mundial anterior), Canadá, Alemania Oriental y China lo catapultó a las semifinales.
La Unión Soviética, por entonces monarca mundial y olímpico, invicto en el certamen y a la postre nuevamente campeón, fue demasiado para Argentina en la semi. Aunque todavía quedaba la chance de conseguir un tercer puesto histórico. El viernes 15 de octubre, el Luna Park vibró y estalló con el 3-0 (parciales de 16-14, 16-14 y 15-11) ante Japón. Los 15.000 espectadores también se animaron a fustigar al gobierno militar, que iniciaba la retirada tras la derrota en Malvinas. “El que no salta es militar” y “Se va a acabar la dictadura militar”, dos estribillos que parte de la sociedad ya había hecho propios, se escucharon esa noche. En una de las tribunas estaba el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, otrora hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 1978 y por entonces vicepresidente de la Conmebol.
El plantel que consiguió subir al podio estuvo integrado por Waldo Kantor, Hugo Conte, Daniel Castellani, Jon Uriarte, Esteban Martínez, Carlos Getzelevich, Raúl Quiroga, Alcides Cuminetti, Leonardo Wiernes, Daniel Colla, Gabriel Solari, José Puccinelli y Alejandro Diz. Ese tercer puesto marcó el inicio de un camino en el vóleibol argentino, que alcanzó su punto más alto con la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, con la misma base, pero ya sin Sohn como entrenador (lo reemplazó Luis Muchaga).
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