EL PAPA, DETRÁS DEL APOYO DE LA IGLESIA AL DIÁLOGO
Francisco influyó en la respuesta de la Iglesia que aceptó discutir el acuerdo con el Gobierno.
Parecería que el Papa Francisco pasó de aquella premisa del “hay que ayudar a Cristina” que se le adjudicó decir en un momento de debilidad de la entonces presidenta, al “hay que ayudar a Mauricio”, también en un momento complejo para el actual primer mandatario. Porque la profundización de la crisis económica, potenciada por la creciente incertidumbre ante un posible triunfo de Cristina Kirchner en las cruciales elecciones presidenciales, provocó en las últimas semanas un significativo apoyo de la Iglesia –con el aval del Papa detrás- al llamado del Gobierno a un diálogocon la oposición para buscar acuerdos básicos que permitan estabilizar los mercados.
Atrás parecen haber quedado los roces que tuvo la Conferencia Episcopal con el presidente Mauricio Macri luego de que este habilitara en febrero de 2018 el debate en el Congreso sobre la legalización del aborto, y que derivaron en duras críticas de sus partidarios a la Iglesia por oponerse. De hecho, ante el insistente reclamo de la “separación” Iglesia- Estado, los obispos debieron anunciar su “renuncia progresiva” al lazo más concreto que queda: el aporte económico estatal, una asignación mensual que constituye menos del 10 % del presupuesto de la institución eclesiástica, pero de alta significación política.
Es cierto que la Conferencia Episcopal puso un par de condiciones al dar su respaldo, pero para darle una mayor envergadura a la sorpresiva propuesta del oficialismo. En respuesta a la carta que le envió el Presidente –como a los demás actores-, los obispos pidieron que la convocatoria sea lo más amplia posible: que incluya a otros sectores de la vida nacional -como los empresarios y los sindicalistas- y que los temas sean acordados entre todos e incluyan cuestiones como el combate a la pobreza. A la vez que expresaron su anhelo de que el “diálogo sea fructífero”, es decir, que tenga resultados concretos.
Más allá de que el Gobierno pareció hacerse eco inmediatamente de las sugerencias de los obispos –amplió efectivamente la convocatoria y aclaró que los 10 puntos que propuso estaban abiertos a la discusión para quitarlos o sumar otros, el apoyo de la Iglesia es importante porque la iniciativa de la Casa Rosada fue criticada por tardía y por lo ardua de llevarla adelante en momentos en que comienza a perfilarse la campaña electoral y los eventuales candidatos de la oposición toman distancia del Gobierno, sobre todo ante su caída en las preferencias del electorado.
Tras algún sonoro rechazo inicial de encumbrados referentes del arco opositor como Roberto Lavagna, las respuestas –con matices- fueron favorables. Cabría preguntarse cuánto ayudó la posición de la Iglesia en el cambio de actitud. Salvo la indefinición de la muy probable candidata presidencial, Cristina Kirchner, que optó (tal vez para escaparse “por arriba”) por doblar la apuesta y reclamar un “contrato social”, que implica –dijo- un compromiso de los empresarios de cumplir con concesiones, en una implícita alusión a no subir los precios.
La reacción favorable de la Iglesia es coherente con su posición histórica. Desde la crisis de 2001, cuando logró la conformación de una Mesa de Diálogo que resultó socialmente muy contenedora, los obispos vienen reclamando la búsqueda de consensos en torno a políticas de Estado en cuestiones como la lucha contra la pobreza, la inclusión y calidad educativas, la reforma política y la consolidación de la independencia judicial.
La concreción del anhelo de la Iglesia se complicó en la última década al compás de la profundización de la grieta política que divide a buena parte de los argentinos, especialmente fomentada por el kirchnerismo en el gobierno con el fin de acumular poder y bajo la famosa consigna de dividir para reinar. Y sostenida por el actual oficialismo, convencido de que la polarización con el kirchnerismo facilita sus chances electorales.
Pese a ello, el Episcopado siguen con su prédica, que cuenta con el decidido apoyo del Papa Francisco, como se vio claramente en los encuentros que viene teniendo en estos días con los obispos argentinos que en tres tandas le están realizando la visita que todos los prelados del mundo deben efectuarle periódicamente, al deslizar su preocupación por la polarización que lastima al país y la necesidad de avanzar en la “cultura del encuentro”.
Así las cosas, Francisco termina respaldando una iniciativa a la que el Gobierno se aferra para sortear la tormenta económica, más allá de los evidentes errores del Gobierno. Claro que ello implica –subrayan los obispos- gestos de grandeza de los dirigentes. Sea como fuere -concluyen, el país no puede estar en “modo pausa” hasta que asuma el nuevo Gobierno. Es que el sufrimiento de muchos argentinos interpela a la dirigencia.
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