CONFLICTO EN VENEZUELA: EL ALZAMIENTO QUE NO FUE Y LA FORTALEZA DE MADURO

CONFLICTO EN VENEZUELA: EL ALZAMIENTO QUE NO FUE Y LA FORTALEZA DE MADURO

La liberación de Leopoldo López tuvo un fuerte efecto mediático. Pero poco parece haber cambiado en el país de ayer a hoy.

Unas 10 horas después del anuncio de Juan Guaidó sobre la "liberación" del líder opositor Leopoldo López, poco ha cambiado en la Venezuela de Nicolás Maduro: ni batallones repletos de soldados hastiados se sumaron a la "rebelión" popular, ni las calles se llenaron de opositores dispuestos a llegar al Palacio de Miraflores para acabar con lo que el jefe del Parlamento y "presidente encargado" llama "la usurpación". Y, mucho menos, ha caído el régimen chavista, que sigue en pie, aunque con la salud algo esmerilada.

Con la "liberación" de López --es justo aclarar que estaba con prisión domiciliaria y que no resultaba muy difícil romper ese encierro en un país en el que el propio Guaidó entra y sale de Venezuela aún teniendo orden de captura--, el líder opositor pretendía generar un golpe de efecto en una alicaída resistencia, que había fracasado ya en cercar a Maduro cuando fue nombrado por la Asamblea Nacional como presidente encargado, en enero, o cuando intentó distribuir la ayuda humanitaria que se había acopiado en Colombia, Miami y Curazao.

Todo con un fuerte respaldo internacional y la presión constante de Estados Unidos sobre el régimen, que aún se las ingenia para retener las adhesiones de Cuba, Bolivia y Nicaragua, pero que ha sumado el respaldo de jugadores con más peso en el escenario internacional, no sólo político sino económico, clave para un país arrasado por la hiperinflación y la escasez: Rusia, Turquía y, de algún modo, también China. 

Pese al llamado de Guaidó y a las insinuantes declaraciones de John Bolton -el "halcón" asesor de seguridad nacional de Donald Trump- dirigidas a los militares para que se subleven contra Maduro, no ha habido ni un solo alto mando o mando intermedio con influencia sobre las tropas que haya dado el paso al frente para reconocer al titular del Parlamento como legítimo presidente de Venezuela.

No hay en la historia reciente de América latina regímenes autoritarios o democráticos que hayan caído en desgracia sólo por la presión popular. Si el grueso de las fuerzas armadas no le quitan la alfombra o se muestran prescindente, poco puede cambiar. Ocurrió con Alfredo Stroessner en Paraguay, con Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez en Ecuador, con Alberto Fujimori en Perú, Manuel Zelaya en Honduras, Jorge Serrano Elías en Guatemala y hasta Raoul Cedrás en Haití. Todos ellos fueron arrastrados al ostracismo cuando los generales les dieron la espalda.

Que lo diga, si no, el régimen nicaragüense de Daniel Ortega, que lleva un año resistiendo manifestaciones de protesta a punta de represión, paramilitares en las calles y arrestos indiscriminados de opositores. El mismo manual de Maduro, que esta vez, pese a los 60 heridos y los 11 arrestados, parece haberse cuidado de no desatar una represión indiscriminada por parte de las fuerza de seguridad o de los llamados "colectivos", que regularmente aterrorizan las manifestaciones opositoras y tiran a matar al amparo de las caras cubiertas.

El respaldo militar a Maduro es clave, pero no la única pata que le permite mantenerse en el poder. Es innegable que aún, y pese al descalabro de la economía que golpea por igual a chavistas y antichavistas, el régimen goza de un respetable apoyo en sectores de la sociedad que viven del sueño de la "Revolución Bolivariana" inaugurada hace ya larguísimos 20 años.

Aunque aún es prematuro imaginar cómo evolucionará esta intentona de Guaidó, una movida con más impacto mediático en el exterior que eficiencia política en Venezuela, parece claro que Maduro no ha sido derrotado y que sabe cómo pasar a la ofensiva. Ya ha cortado las transmisiones de medios opositores o cadenas internacionales, no dudará en en "reprimir selectivamente" a la oposición y en movilizar a sus bases, mientras gana tiempo, en busca de que pase el temporal. Los 25 militares que se sublevaron por la mañana pidieron asilo en la embajada de Brasil y López ingresó a la de Chile.  Guaidó, en tanto, como líder de una oposición que no logra encolumnarse detrás de un objetivo claro, deberá seguir mendigando el apoyo de los cuarteles.