LA TIERRA SABE A MIEL
Conocida por la humanidad desde tiempos remotos, existe evidencia del uso de la miel incluso en las pinturas rupestres del Mesolítico (6.000 a.C.). Sus cualidades fueron apreciadas por las distintas civilizaciones no solo por su poder energético y endulzante (superior al de la caña de azúcar) sino también por sus propiedades medicinales y cosméticas (antisépticas, antimicrobianas, antioxidantes y conservantes).
A nivel mundial, existen cerca de 320 variedades de miel: el sabor, color y olor de la miel y otras propiedades químicas dependen de las flores y plantas que las abejas visitan.
En nuestro país, se estima que existen 80 variedades que se encuentran en etapa de caracterización a nivel físico-químico, palinológico y sensorial. Al menos 22 tipos de mieles diferentes ya poseen algún avance en los estudios de caracterización: algarrobo, atamisqui, quebracho colorado, piquillín, abrepuño, caldén, flor azul, aliso de río, caá-tay, alfalfa, tréboles, mistol, girasol, Eucalyptus, neneo, radal, chilca, citrus, limón de Tucumán, miel de pradera, de delta y de monte.
Con sabores y colores para todos los gustos, las propiedades de la miel la convierten en un aliado de la cocina: ¿sabías que su alto contenido de azúcares es lo que le permite absorber humedad del aire? Por esto, añadir una pequeña cantidad de miel a los panes ayuda a que se conserven más tiempo.
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