EL BALANCE DE JAGUARES: CUANDO UNA DERROTA NO OPACA UNA TEMPORADA QUE INVITA A LA ILUSIÓN
El recorrido de la franquicia argentina en el Súper Rugby fue ganancia pura en el torneo.
Ellos siguen cantando. No hay quien los pare. Con el indisimulable acento británico, convirtieron el vestuario local del Orangetheory Stadium en una sucursal de Anfield, el mítico estadio futbolerode Liverpool. Son los Crusaders, que celebran incesantemente su tercer título seguido en el Súper Rugby.
A la derecha de esa fiesta, a menos de dos metros de la entrada, hay otra puerta de vidrios pintados en un blanco espeso, que no deja ver hacia adentro. Pero sí se escucha. Y también hay ritmo. Las caras están serias, nadie entona ninguna canción, pero sí suena la música. Es un síntoma. Un síntoma que dice que si bien no hay nada por lo que festejar, tampoco hay razones para encerrarse y convertir la situación en un velorio. Mas allá de la derrota por 19-3 en la final, la temporada de Jaguares fue ganancia pura.
Sin el volumen innecesariamente alto, las melodías acompañan. Suena algo de cumbia, otro poco del tan renombrado trap, algo de reggaetón. Es una declaración de principios, también.
Dijo alguna vez Sergio Hernández, entrenador de la Selección de básquetbol: “Uno crece cuando entiende que la derrota es una posibilidad concreta y la acepta”. Eso es lo que sucede aquí, en el pequeño habitáculo en el que se abren las duchas de agua caliente y se olvidan momentáneamente los helados cinco grados (de sensación térmica debe haber algunos menos) que obligan a sumar capas de abrigo como si se armara una cebolla.
Por eso, aunque hay dejos de tristeza en las miradas, también hay semblantes firmes en los jugadores argentinos. Sin satisfacción, pero sin vergüenza. Es la amalgama que dice que se asumió un resultado dentro de cierta lógica.
Son rostros en los que priman, sobre todo, las certezas. Acá no hay búsquedas ilógicas de explicaciones para la derrotas, dedos acusadores o excusas baratas. Y en la balanza pesa mucho más lo que significó el camino recorrido que el resultado final.
“Los chicos deben estar orgullosos y entender que, eventualmente, deberán estar felices de este resultado, porque hace algunos años nadie lo imaginaba”, remarca Gonzalo Quesada, el entrenador que tomó el buen trabajo de Mario Ledesma, sostuvo aspectos de aquel equipo, le dio también su impronta y terminó armando un conjunto que se ganó definitivamente el respecto de los mejores equipos de Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia.
Si bien Jaguares no es Los Pumas y durante el ciclo que comenzó en febrero y terminó ahora hubo recambio de nombres respecto al año anterior -y lo habrá de cara a la temporada 2020-, también es cierto que como los jugadores son prácticamente los mismos, la franquicia queda enmarcada en un panorama más amplio. Especialmente en este año mundialista.
Eso también le da otro valor a la actuación, porque se trató de una medida permanente ante los jugadores más destacados del hemisferio Sur y se logró ser mejor que 13 de los 14 equipos que cuentan con esos rugbiers de primer nivel.
Y le otorga un halo de esperanza particular a lo que será la cita en Japón, el próximo mes de noviembre. “Esto nos da una inyección anímica muy grande para lo que viene”, reconoce Agustín Creevy, uno de los referentes de ambos equipos argentinos.
Si bien el éxodo continúa y continuará, en la medida en que se sucedan las grandes actuaciones colectivas e individuales, todo este contexto se asoma propicio para seguir despertando el interés por un deporte que no dejó de crecer en el país, pero que permanentemente necesita de caras nuevas.
“Ahí estarán los chicos de Jaguares XV que empezarán a jugar en Sudáfrica y Los Pumitas, que vienen cumpliendo con actuaciones estupendas”, se esperanza Jerónimo De la Fuente.
Tal vez parezca difícil entender el porqué de ese cierto grado de satisfacción y de esa tranquilidad en las voces, incluso en la hora de la derrota, a la salida del estadio.
Después de haber empezado a los golpes (tal como le sucedió al seleccionado en el Rugby Championship) hace cuatro años y haberse adaptado (al igual que lo fueron y continúan haciendo Los Pumas), todo Jaguares entiende que esto es parte del proceso. Y que los resultados, aunque haya faltado el último pasito, certificaron la idea de que se está haciendo un buen camino, que le deparará quizás otros grandes momentos al rugby argentino.
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