TODO LO QUE VA, VUELVE

TODO LO QUE VA, VUELVE

Maíz y trigo son los nuevos abanderados del agro y el uso de tecnología es clave para consolidar la tendencia.

Seguimos con toda la energía que nos dejó la semana pasada el congreso de Maizar, que cayó en el momento justo. Y ahora le toca al trigo. 

Como para darle marco al encuentro maircero, los precios de Chicago estaban volando, como consecuencia de la demora en la siembra en el cinturón maicero de Estados Unidos por el clima inclemente.

Este sorpresivo repunte invirtió la tendencia de los últimos meses. En quince días treparon a los niveles más altos en tres años, alimentando el interés por la siembra y el uso de tecnología en el segundo cultivo más importante de la Argentina. 

La tendencia se mantuvo y, si bien los árboles no llegaron hasta el cielo, los mercados convalidaron las subas. Se les acabó el tiempo para sembrar maíz con expectativa de altos rindes, y no les quedan muchos días para recuperar el atraso en soja. El primer peaje de la campaña resultó carísimo, pero sobre todo dejó un mar de fondo que anticipa una tensión al alza.

Esta semana pasa al frente el trigo. El lunes subió 17 puntos, alrededor de un 3%, también por razones climáticas que ahora se extienden a otros países productores. No es para tirar manteca al techo, pero la casualidad es que coincide con Trig.AR, el congreso que comenzó hoy en Córdoba.  

Maíz y trigo son los abanderados de la nueva fase de la Segunda Revolución de las Pampas. Aletargada durante los años de inanición del disparate K, ambos cultivos soltaron amarras cuando se liberaron las exportaciones, las retenciones y se unificó el tipo de cambio. Se duplicó la producción y entre ambos aportarán en este año crítico casi 8.000 millones de dólares en exportaciones, además de atender a la creciente demanda interna.

Se suman así a la saga solitaria del complejo soja, que se las tenía que arreglar casi sola a la hora de traer divisas contantes y sonantes. En estos días se oyó hablar de un cambio en la tendencia de los grandes indicadores económicos. Se nota estabilidad cambiaria, con la consecuente reducción de la inflación y mejora del humor social. Es el agro, estúpido, diría Bill Clinton.

Un tema clave para la consolidación de la tendencia es el uso de tecnología, que fue muy favorecido por la mejora de la relación insumo/producto. Le sirve fundamentalmente a los cereales, como el maíz y el trigo, que brindan una respuesta muy consistente a la intensificación. El insumo clave es el fertilizante. Necesitamos el maíz y el trigo en la rotación, pero para que sean realmente sustentables tienen que recibir las dosis adecuadas de nutrientes.

Lamentablemente, la implementación de la tasa de estadística de 2,5% para todas las importaciones le pega de manera muy dura al fertilizante. Más de la mitad de lo que se emplea es importado. Entonces nos encontramos frente a una situación espantosa: el productor tiene que pagar un impuesto por el uso de tecnología. Y cuando exporta el producido, tiene que pagar un 10/12% de retenciones. Es decir, paga cuando compra el fertilizante, y paga cuando lo vende convertido en trigo o maíz.

Corolario: va a usar menos fertilizante, va a haber menos rendimiento y va a caer la calidad, en particular en el caso del trigo. Y al final del día, podrían perderse varios millones de toneladas. Absurdo.

El fertilizante debiera considerarse como una admisión temporaria. Se trae, se aplica y vuelve convertido en maíz, trigo, cebada o girasol en menos de un año. Es como el caso de la soja paraguaya, que entra como poroto y sale convertida en harina y aceite. Pero en este caso, además, dejamos de exportar suelo, mejoramos el volumen del rastrojo, le damos más trabajo a los camioneros y toda la cascada que acompaña a una cosecha más voluminosa. Este año aprendimos a ver lo que significa el volumen, más allá de los precios (que recién llegan ahora).

A ver si nos ponemos las pilas y apostamos algún día a que todo lo que va, vuelve.