ITALIA, EL ENFERMO DE EUROPA, CON LA ALIANZA ULTRA A PUNTO DE ESTALLAR

ITALIA, EL ENFERMO DE EUROPA, CON LA ALIANZA ULTRA A PUNTO DE ESTALLAR

La distancia entre el xenóbo Salvini y el antisistema 5 Estrellas se agudiza en medio del parate económico. Si hay elecciones anticipadas ganarian los ultras.

Italia, el gran enfermo de Europa, la tercera potencia de los 27 socios que quedarán en la UE si termina de irse de una vez la Gran Bretaña del Brexit, segunda nación manufacturera después del Alemania, miembro del Grupo de los Siete países capitalistas más industrializados, el G7.

Un caso político único porque representa el primer gobierno populista en la Unión Europea de 500 millones de habitantes, en el poder hace poco menos de un año, con un hombre fuerte, Matteo Salvini, de extrema derecha, blando con los grupos neofascistas, que se negó a festejar el 25 de abril, día de la Liberación del nacifascismo.

Todo esto y mucho más para preocuparse: el gobierno populista es un campo de batalla entre la Liga de Salvini y el Movimiento 5 Estrellas de Luigi Di Maio. Las peleas suben de tono diariamente, el gobierno se cae a pedazos, pero sigue allí.

La clarificación, tendría que llegar con los resultados de las elecciones del Parlamento Europeo el 26 de mayo. Una victoria de Salvini aceleraría la ruptura, las elecciones anticipadas y la entrada triunfal como jefe del gobierno del enemigo jurado de los inmigrantes .

Los fantasmas de una pesadilla macabra se materializan todos los días en un “crescendo” de intolerancia, odio y desprecio por parte de los italianos, pero también de desconfianza apenas velada hacia los extranjeros.

Millones hacen gestos cotidianos de exasperación y exclusión. El 25 de abril, día de la Liberación, se produjeron centenares de ataques a la memoria colectiva de la gesta que terminó con el nazifascismo. Tumbas profanadas, coronas de flores incendiadas, pintadas y gestos colectivos.

En Milán, un grupo de hinchas de la Lazio de Roma rindió homenaje en el corso Buenos Aires, pleno centro de la metrópoli, a Benito Mussolini. El mismo grupo por la noche asedió a un jugador de fútbol negro del Milan.

Se ha perdido la cuenta de los gestos y ataques racistas en los medios públicos por parte de simples ciudadanos, enconados principalmente contra los que tienen pinta de pobres y color oscuro de la piel.

Los dos grupos principales neofascistas, Casa Pound y Fuerza Nueva, actúan en la periferia de Roma. Casa Pound tiene una enorme sede que es un edificio público ocupado hace años. Inútil la acción judicial: Salvini dijo que el desalojo no era “prioridad”.

Se ha descubierto que allí viven empleados públicos, además de militantes y parientes de los dirigentes de esa orga. Una funcionaria marcaba los apartamentos concedidos a familias extranjeras radicadas en Roma y llegaban los militantes de extrema derecha a echar a “esta gente”, con el apoyo de los vecinos.

En este clima la crisis italiana es un derrumbe continuado. El nivel de vida ha retrocedido 20 años. De este proceso de decadencia no son culpables los populistas. Pero sus recetas y la parálisis de un gobierno dominado por las internas, aumenta la confusión.

El conflicto permanente, que hubiera hecho caer a cualquier gobierno normal, encarna la lucha entre Salvini y Di Maio, al frente de sus tropas para conquistar más poder en perjuicio del socio-enemigo. El número dos de Salvini, Giancarlo Georgetti, constata que “la suerte de este gobierno vendrá de los resultados de las urnas y de la economía”.

El problema es que los dos gigantes populistas, que controlan la mayoría del Parlamento, necesitan una política económica expansiva que aumenta el déficit y la deuda pública, s la cuarta en volumen mundial. Actualmente pesa 2,3 billones (millones de millones) de euros, que obliga a pagar intereses cada vez más altos por la desconfianza de los mercados y el incremento del riesgo país.

El déficit concertado para este año con la UE es de 2,04%, pero terminará en 2,4-2,5% a menos que en el segundo semestre se aplique un torniquete asfixiante en las finanzas que arruinaría los planes de los populistas de de subsidios y mejoras de las jubilaciones. Las iniciativas populistas tienen un precio excesivo, pero Salvini y Di Maio no pueden parar porque sufrirían una caída desastrosa.

En el medio ha quedado el ministro de Economía Giovanni Tría, que armó un primer esbozo del presupuesto 2020. En setiembre se debe concretar el proyecto que debe aprobar la Comisión Europea. Y los números arden. Se estima entre 36 y 40 mil millones de euros el dinero extra que es necesario sacar de algún lado, y con un crecimiento a ras del suelo.

El tambaleo continuo de las cifras económicas que no cierran, dramatizan la crisis en las cumbres del poder populista, porque las visiones de Salvini y Di Maio son opuestas. El primero, está a favor de lanzar todas las obras públicas de infraestructura posibles para movilizar los consumos. El otro y los 5 Estrellas rechazan las “obras faraónicas innecesarias” y defienden el medio ambiente.

El enfrentamiento resulta paralizante Italia tiene una desesperante necesidad de inversiones públicas y privadas. Tria, a quien Salvini y Di Maio quieren hacer renunciar, responde que “la deuda se paga con crecimiento, no aumentando el déficit. Y el crecimiento no funciona por decreto”.

Tría se niega a dimitir y ninguno de los jefazos populistas se anima a pedirle que se vaya. Detrás del ministro está el presidente Sergio Mattarella, guardián del orden constitucional y de la voluntad de mantener la racionalidad en el gobierno.

En Italia existe un régimen parlamentario y Tria ha sido nombrado por el presidente a propuesta del jefe del gobierno, Giuseppe Conte, que oficia de mediador en la cuerda floja y con afinidad política con Di Maio. Para echar al capo de economía, una tormenta que los mercados harían pagar muy caro, hace falta un voto de desconfianza del Parlamento. Demasiado para una estructura gubernamental plena de rajaduras.

La agonía crónica del gobierno populista continuará al menos hasta las elecciones europeas del 26 de mayo. Las urnas dirán en quién depositan su confianza los italianos. Los sondeos, por unanimidad responden: Matteo Salvini.

El hombre de “primero los italianos”, que vive en campaña electoral las 24 horas, que dice y se desdice continuamente pero que se mueve con habilidad entre la gente, conquistaría entre 32 y 35% del voto, dejando atrás muy lejos al 5 Estrellas de di Maio, que lograría de 21 a 24%.

Un resultado detonante, porque la elección del 4 de marzo de 2018, que marcó el cambio político histórico en Italia, Salvini no había llegado a 18%, y el 5 Estrellas trepó a 32,5%. En el Parlamento, la diferencia de fuerzas es enorme: 220 diputados y 107 senadores para Di Maio; 123 diputados y 58 senadores para Salvini.

Para el ultraderechista que quiere ser el líder de los “soberanistas” europeos, tras las elecciones de mayo, llega el momento de demostrar cuanto han cambiado las cosas. Salvini se convirtió en el hombre fuerte del régimen, tiñéndolo de afinidad con los nostálgicos del neofascismo.

El líder ultraderechista advirtió que en Europa llegó el momento de las derechas duras en un contexto internacional también cambiado. Di Maio se dio cuenta tarde de que se estaba dejando arrastrar a posiciones odiosas para la identidad antifascista del 5 Estrellas, que le han hecho perder parte de sus votos que vienen de la izquierda. Repechar la cuesta es muy difícil.

Por eso Di Maio y los suyos han salido de las trincheras a cambatir a Salvini. Pero si los sondeos se confirman con el voto del 26 de mayo en las europeas convertidas en un medidor de los equilibrios de fuerzas entre los partidos italianos, es cada vez más probable que las urnas confirmen que la convivencia es imposible e Italia se desbarrancará en una gran crisis política institucional con elecciones anticipadas.