"MARIO, VOY A QUEBRAR": LOS EFECTOS COLATERALES DE LAS PROTESTAS EN CHILE

"MARIO, VOY A QUEBRAR": LOS EFECTOS COLATERALES DE LAS PROTESTAS EN CHILE

El clima de desorden y violencia paraliza a la ciudad de Santiago y compromete la actividad comercial.

Desde que se iniciaron las protestas en Chile el último 18 de octubre, los altísimos grados de violencia, especialmente en Santiago, están alterando sideralmente la vida diaria de sus habitantes. Los saqueos, incendios, ataques, la semana pasada un robo millonario a un banco, y hoy el anuncio de paro por parte del gremio camionero, mantienen al país en un estado de caos y desesperan a los ciudadanos acostumbrados a una cotidianidad pacífica y civilizada. 

Uno de ellos es François, un francés que vive en Santiago hace 10 años luego de haberse casado con una chilena. Es dueño de un local de pastelería y hoy su mayor miedo es que se lo vengan a quemar, como ya sucedió con otros tantos negocios de su zona. “Por la calle está lleno de grafitis con amenazas, escriben en las paredes ‘te vamos a quemar’”, cuenta. Por el momento agradece que no le hayan entrado a robar, sabiendo que hay barrios enteros que fueron saqueados. 

Cuando eligió irse a vivir a Chile lo hizo porque consideraba que era un país con una seguridad comparable a la de Europa. Sin embargo, hoy está asustado por el nivel de violencia que ciertos grupos infligen sobre los demás, algo que jamás pensó que sucedería así. 

Ante la incertidumbre sobre el modelo de país que se irá configurando en los próximos meses, no descarta la posibilidad de volverse a Europa. “Hay que irse mientras se pueda, pero no lo haría ahora porque quiero esperar a ver si la situación se tranquiliza”, explica. 

Esta sensación de inestabilidad es la misma que siente Mario, un argentino que se fue a vivir a Chile para escapar de la crisis de 2001. Es profesor de educación física y dueño de un gimnasio en Providencia, una de las comunas más privilegiadas de Santiago. De todos modos, el caos lo afecta por igual. Los problemas de traslado, ocasionados por la quema de más de diez estaciones de subte, repercuten negativamente en su negocio. La concurrencia de sus alumnos disminuyó un 30% con respecto al mes de octubre. Pero a pesar de lo que indican los números, no baja los brazos. “Me obligo a ser optimista y pensar que todo volverá a su cauce normal”, se esperanza. Una opción que se plantea para sortear la situación actual es acercarse a sus alumnos, ser una especie de “delivery de entrenamiento”. 

“La gente tiene miedo de salir a la calle, no quiere encontrarse con una barricada y sufrir un ataque”, cuenta el profesor de educación física. El 14 de noviembre Mario cumplió años y no pudo festejarlo con sus amigos porque fue el día de las más de 35 manifestaciones en conmemoración por la muerte del mapuche Camilo Catrillanca. “Salir a la noche es muy peligroso, hoy mi vida es ir de mi casa al gimnasio y del gimnasio a mi casa”, se lamenta. François observa el mismo apagón social. “No hay más cines ni restaurantes, no podés salir a la noche a ver a tus amigos o visitar otros barrios. No hay vida, todo se apagó”, dice. 

Esta parálisis en la actividad social y de entretenimiento, afecta gravemente a Gustavo, también argentino y dueño del restaurante Quinto Cheers que sirve comida argentina y fusiones peruano-chilenas. El restaurante empezó siendo un pequeño café hace 22 años y luego de enormes esfuerzos y una inversión de 2 millones de dólares, hoy tiene 4 pisos y una terraza que fue elogiada recientemente en la revista La Tercera por tener la mejor vista. Hasta el estallido de las protestas, Gustavo abría su restaurante todos los días desde las 8 am hasta las 3 am. Pero hoy, ante la falta de clientes, suscitada por las complicaciones en el transporte y por estar ubicado en una zona conflictiva plagada de encapuchados y gases lacrimógenos, el restaurante solo abre sus puertas de 10 am a 2 pm. Y los números tampoco lo acompañan. Según Gustavo, sus ingresos este mes representan entre el 5 y 12% del total facturado en octubre y el inmueble vale 30% menos de lo que valía hace dos meses. 

Esta situación tan angustiante solo lo incita a querer dejar el emprendedurismo de una vez por todas. “Quiero renunciar a ser emprendedor, esto me saca las ganas, ahora solo quiero presentar un CV y ser sub-gerente en alguna empresa”, expresa. Las condiciones externas adversas no son nuevas para Gustavo. Algo parecido le pasó en Argentina en 2001 cuando su inversión en dólares, destinada a construir un centro de bowling en San Juan, quedó atrapada en el corralito. “Es la segunda vez que me pasa que me fundo trabajando”, exclama, haciendo hincapié en el oxímoron.

Para peor, el emprendedor no ve una recuperación rápida. Parque Bustamante, el lugar donde está ubicado su restaurante y que siempre fue muy comercial, hoy se asemeja a un campo de guerra. “Parece que pasaron tanques por arriba, hay gas lacrimógeno por todos lados, los árboles están quemados y tirados en el piso y de los 12 restaurantes que había, solo 3 quedan en pie”, dice afligido. Según Gustavo se va necesitar mucho trabajo de seguridad y promoción para que vuelva a ser lo que era. “Romper cuesta dos segundos, pero armar algo puede llevar años”, concluye con la tristeza de quien sabe por los sacrificios que atravesó.