UNA MULTITUDINARIA FIESTA DE LA FE EN SALTA: HUBO 800 MIL FIELES EN LA PROCESIÓN DEL SEÑOR Y LA VIRGEN DEL MILAGRO
Es la estimación que hizo la Policía. Estuvo presente el presidente Mauricio Macri.
El noroeste argentino revalidó este domingo su condición de ser la región del país más religiosa. Lo hizo, en particular, la provincia de Salta. Con más de tres siglos de tradición -327 años para ser exactos-, la procesión del Señor y la Virgen del Milagro volvió a congregar a una multitud que la policía estimó en 800 mil personas, compartiendo el podio de las más concurridas con la peregrinación juvenil a Luján y la festividad de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás. Y que congregó a fieles de diversa condición social –si bien muchos eran muy humildes-, unidos por el mismo fervor.
En rigor, la procesión fue el punto culminante de una manifestación religiosa que comenzó para muchos hace por lo menos dos semanas antes, cuando en grupos partieron en peregrinación desde diversos pueblos norteños recorriendo cerros y quebradas, soportando noches heladas y un sol abrazador durante el día, recibiendo la acogida de los habitantes de los pueblos a los que van llegando, quienes comparten con ellos sus alimentos. En los últimos años se sumaron muchos vecinos de la capital salteña que peregrinan desde poblados cercanos.
La festividad tuvo este año un aditamento particular. Por primera vez asistió a la misa matutina de ayer el presidente Mauricio Macri, que tuvo una buena acogida. Pero también estuvo muy marcada por la profundización de la crisis económica y social. De hecho, el viernes –en el inicio del llamado triduo de la festividad- presidió la misa el presidente del Episcopado, monseñor Oscar Ojea, quien puso “bajo la mirada protectora de la Virgen María el delicado momento que está viviendo el país”.
Bajo el lema “Caminemos juntos como Iglesia peregrina, hacia adelante”, la procesión comenzó pasadas las 15 cuando se sacó de la catedral salteña la Cruz Procesional, minutos después la imagen de la Virgen de las Lágrimas, la de la Virgen del Milagro y, por último, la del Señor del Milagro, que fueron llevadas en andas hasta el parque 20 de Febrero, en las afueras de la ciudad, acompañadas por una verdadera marea humana que avanzaba lentamente a lo largo de unas 15 cuadras.
Los gauchos salteños con sus característicos pantalones y blusas blancas y el poncho colorado, mezclados entre la multitud, y “Los Infernales”, que evoca a los combatientes de Martín Miguel de Güemes, con sus uniformes típicos, en primera fila, sumaron colorido a la procesión cuando llegó al parque, donde había montada una enorme tarima donde estaban las autoridades religiosas. Las imágenes, colocadas a cada lado, coronaron una escenografía majestuosa.
Entonces, el arzobispo salteño, Mario Cargnello, pronunció un mensaje en el que destacó la religiosidad de los norteños, pero a la vez llamó a vivir esa fe en el compromiso concreto. En particular, pidió “recuperar el sentido ético de nuestra economía, que debe estar al servicio del hombre” y no destruir el tejido social profundizando la inequidad”. Y “respetar la vida desde la concepción hasta la muerte natural”, en una implícita condena al aborto y la eutanasia.
Finalmente, los fieles –que debieron soportar al inicio una sensación térmica de 38 grados- renovaron el llamado “Pacto de Fidelidad” al Señor y la Virgen del Milagro. Luego, las imágenes fueron llevadas nuevamente a la catedral, donde se ofició la misa final. Al ser ingresadas, el agitar de pañuelos blancos y una lluvia de pétalos sumaron emotividad. Como al principio, las campanas de la catedral acompañaron la marcha junto con los cánticos del cancionero católico.
Alrededor de 5.000 policías fueron movilizados para esta ocasión y cientos de agentes sanitarios. Este año la fiesta contó con las reliquias de los patronos de Salta, los apóstoles Felipe y Santiago, enviadas por los Franciscanos Recoletos de la Iglesia de los Doce Apóstoles en Roma con el beneplácido del Papa Francisco para que sean donadas a la iglesia salteña, gesto que Cargnello agradeció especialmente.
La Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro se remota a 1692, cuando se produjeron los terremotos que destruyeron la ciudad de Esteco, centro geográfico y comercial de la región en ese tiempo. En aquel momento el sacerdote jesuita José Carrión dijo que si se sacaba la imagen de Cristo –llevada un siglo antes y que estaba arrumbada en la iglesia matriz-, los temblores cesarían.
Según la creencia cristiana, la imagen fue colocada en las escalinatas del templo y los terremotos acabaron, el pueblo estalló de júbilo y gratitud y comenzó una devoción que, más de tres siglos después, se mantiene vital, como ayer volvió a comprobarse.
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