REBELIÓN POPULAR DERROCA LA DICTADURA DE SUDÁN

REBELIÓN POPULAR DERROCA LA DICTADURA DE SUDÁN

El ejército desalojó a Omar al Bashir, que gobernó 30 años con mano de hierro. La revuelta empezó en diciembre por el aumento del precio del pan.

Bajo el signo de Argelia, ahora cayó la dictadura de Sudán. Las fuerzas armadas derrocaron este jueves a Omar al Bashir, que gobernó con mano de hierro durante 30 años, y anunciaron un Consejo militar que permanecerá en el poder hasta 2020. Esta decisión fue rechazada por miles de manifestantes que permanecían en las calles en reclamo de una gestión civil. Pero los militares parecen haberse anticipado a la furia de la gente, evitando que el liderazgo de la protesta les arrebate el gobierno.

No ha sido una sorpresa la movida militar, sin embargo. Las rebeliones contra autócratas africanos parecen expandirse como no se veía desde el estallido de la Primavera Arabe en 2010. A las protestas de marzo que acabaron en Argelia con el gobierno de Abdelaziz Buteflika, se sumaron desde el 19 de diciembre las movilizaciones en Sudán contra Bashir. El último martes, por primera vez desde el inicio de la rebelión, el ejército sudanés desplegó un fuerte cordón de tropas en torno a su cuartel general en Jartum y reprimió a sangre y fuego. Ya hubo casi un centenar de muertos desde el levantamiento popular.

Anuncio, como ministro de Defensa, la caída del régimen y la detención de su jefe en un lugar seguro”, afirmó en la televisión el ministro de Defensa, Awad Ibnouf, quien durante años fue el vice del destituido Bashir. Anunció además la suspensión de la Constitución de 2005, el cierre de las fronteras y el toque de queda durante un mes.

Omar al Bashir, de 75 años, enfrenta desde hace diez años dos órdenes de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio en la provincia de Darfur. Su país es uno de los más pobres del planeta y desgarrado por décadas de guerra civil.

Este jueves, en las calles de la capital, una multitud desafiaba el toque de queda, a pesar de que el ejército reiteró su advertencia. “¡Cayó el régimen! ¡Cayó el régimen!”, gritaron durante horas miles de manifestantes.

Los promotores de las protestas cuestionaron la toma militar, calificándola como “un golpe conducido por el régimen para seguir en el poder”, según afirmó la Alianza para la Libertad y el Cambio, el grupo que reúne a partidos de oposición y grupos de la sociedad civil.“La asonada presenta las mismas caras contra las que nuestra gente se rebeló”, dijo y llamó a la población a continuar con las protestas en todo el atribulado país. Este colectivo exige que el poder sea entregado a un gobierno civil de transición. “Los que destruyeron el país y mataron a nuestro pueblo intentan robar todas las gotas de sangre y sudor derramadas por el pueblo sudanés en su revolución”, añadió la Alianza en un comunicado.

Como ocurrió en 2010 con el inicio de la Primavera Arabe en Túnez, la revuelta se disparó cuando la dictadura triplicó el precio del pan. De inmediato, organizados por la Asociación de Profesionales Sudaneses, decenas de miles de sudaneses se echaron a las calles en manifestaciones sin precedentes. Luego, los reclamos económicos en un país paupérrimo de 43 millones de habitantes con una inflación del 70% anual dieron lugar a reivindicaciones políticas. Ante la amplitud de las protestas, el mandatario declaró el estado de emergencia el 22 de febrero y destituyó a prácticamente todo su Gobierno. Como la presión popular no descendía, liberó a miles de personas. Pero fue la caída de Buteflika en Argelia tras semanas de movilizaciones lo que precipitó el final.

Este jueves, EE.UU. y países europeos pidieron una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. Egipto, un vecino clave de Sudán, dio un “apoyo total a las decisiones del pueblo sudanés” y pidió a “la comunidad internacional que lo apoye en esta fase histórica crucial”.

La Unión Africana, por su parte, reaccionó indicando que “el golpe militar no es la respuesta adecuada a los desafíos que enfrenta Sudán y a las aspiraciones de su pueblo”. Los demás países del norte africano miran con atención lo que pasa en Jartum. El temor al contagio sobrecoge a los despachos oficiales.