LA RESTAURACIÓN POPULISTA Y EL AGUJERO NEGRO

LA RESTAURACIÓN POPULISTA Y EL AGUJERO NEGRO

La ley de la selva se propaga en las calles y la ira estalla en borbotones de locura urbana.

La soberbia nos instala en el centro del universo pero somos ínfimos. La asombrosa y amenazante lejanía del agujero negro estelar lo prueba. Sin embargo, nadie es irrelevante. El universo no es sólo espacial. La Tierra ocupa una migaja en el espacio, pero toda persona es astronómicamente ilimitada en su profundidad inmaterial.

Si el mundo es un punto, dentro del mundo la Argentina es un átomo que apenas puede detectar el resto. Aún así existimos. Aquí estamos mínimos aunque latiendo. No sólo cuenta el espacio, también vale el tiempo, y en esa variable parece evidente que preferimos el pasado: la inflación, las recetas antiguas, las discusiones probadamente perimidas pero vigentes.

El pasado es nuestro agujero negro. Es una garganta del diablo que se traga toda posible luz. Es un toque de queda que nos impide salir y hacer.

En la Argentina, movernos es una odisea.

Desde el Obelisco hasta el inquietante agujero negro galáctico por primera vez fotografiado desde la tierra, no sólo hay años luz a granel, nos separa sobre todo esa cruel morosidad que nos hunde en regresiones y pasiones políticas tan arcaicas como improductivas.

El cielo debe esperar.

Argentina no mira hacia la altura.

Aquí estamos estáticos.

Otra vez se anunció un paro nacional. Lo programan para el 30 abril, pegado al 1° de mayo. Un canto al trabajo. La situación es dura y la inflación no cede pero ¿Qué resuelve el paro? ¿Qué resolvieron los paros nacionales a lo largo de la historia contemporánea en la Argentina? Son preguntas ociosas.

Los paros acontecen de todos modos. La corporación gremial liderada por tantos monumentos históricos del apriete, negocia a fuerza de aparato y capacidad de parálisis colectiva. La falta de imaginación gremial, sociológica, política y económica de la Argentina, coincide con un sistema de acumulación de poder arraigado en lo de siempre: parar y negociar.

Nos inmovilizamos para intentar movemos.

La ley de la selva se propaga en las calles, y la ira estalla en borbotones de locura urbana. La frustración se convierte en erupción, en brotes particulares pero múltiples.

Una mala maniobra puede derivar en una pesadilla de golpes, amenazas y daños estremecedores.

Ayer seguían los taxistas forcejeando para no moverse, estacionados masivamente en el epicentro del centro, combatiendo empacados para restaurar un orden en el que imperaban únicos, pero que ya pasó, cuando Uber y Cabify no existían. Pero existen.

La pasión retrospectiva anima a muchos. La posibilidad de la restauración K azuza el espíritu de Cristina Fernández y de su iglesia. Ella quiere volver a Cuba a visitar a Florencia, pero mientras calla, acecha al optimismo de Cambiemos hasta hace poco impertérrito .

El orden conservador restaurador funciona como una utopía hacia atrás. Hasta los muertos viven y votan. En Córdoba aparecieron habilitados para el acto electoral los fallecidos Eduardo Angeloz y José Manuel de la Sota.

Pese a que están vivos en los padrones, es improbable que puedan concurrir a los comicios en el estado en el que ambos se encuentran en realidad.

El pasado no se va y retorna por propia decisión de la sociedad. En Formosa, el reincidente Gildo Insfrán apura su enésima reelección aguardando un triunfo que percibe cantado. Los niños de su hacienda le recitan poesías de alabanza en actos públicos inducidos por la casta beneficiaria del arbitrio gubernamental, y el futuro se disuelve.

Somos libres de elegir a nuestros propios tiranos. En San Luis, los hermanos Rodríguez Saá gobernantes el uno tras el otro con algún paréntesis desde 1983, se desangran ahora en su voracidad y competirán entre ellos, convirtiendo a la diarquía inexpugnable en un fratricidio político con final abierto todavía. Las familias en el poder hacen públicos sus infiernos privados, y exportan miserias íntimas al perímetro absoluto de sus dominios. Los hermanos disputan el botín que supieron conseguir. Caín y Abel auspician la pelea.

Son modelos que persisten: el internismo y la sumisión sigue venciendo como opción en latitudes diversas.

Son ejemplos de la voluntad restauradora extendida. Entre el feudalismo interior, las iras urbanas, la incompetencia económica y los controles de precios como tantas otras veces, el país va atravesando el sinfín de elecciones locales, con tantas votaciones y ninguna flor. No hay deconstrucción de un corazón histórico y petrificado.

La restauración populista espera volver con apoyo encuestológico y amparada en patentes errores gubernamentales.

No. No está estelarmente lejano. El agujero negro en la Argentina, es aquí, enseguida, es cuestión de meses. Está en el horizonte y es visible. Estamos cerca.

Podríamos evitarlo, tal vez.

Nadie lo sabe.