A LOS 91 AÑOS DE EDAD MURIÓ FRAY PUIGJANÉ Y SE LLEVÓ UN ENIGMA A LA TUMBA: SU VERDADERA PARTICIPACIÓN EN LA TOMA DE LA TABLADA

A LOS 91 AÑOS DE EDAD MURIÓ FRAY PUIGJANÉ Y SE LLEVÓ UN ENIGMA A LA TUMBA: SU VERDADERA PARTICIPACIÓN EN LA TOMA DE LA TABLADA

El sacerdote, que era militante del Movimiento Todos por la Patria, fue condenado a 20 años de cárcel pero siempre negó haber sabido del ataque guerrillero que dirigió Gorriarán Merlo.

La muerte de Fray Antonio Puigjané, a los 91 años, deja sin cerrar un enigma que lleva tres décadas: su verdadera participación en el brutal copamiento del Regimiento 3 de Infantería de La Tablada por el Movimiento Todos por la Patria (MTP), el 23 de enero de 1989. En ese ataque murieron 32 guerrilleros, 9 militares, dos policías y permanecen un número indeterminado, entre dos y cinco, de desaparecidos.

Puigjané fue condenado a veinte años de cárcel por ese hecho. Si bien el sacerdote capuchino no participó en el ataque, ni estuvo involucrado en la batalla por su recuperación que se prolongó por un largo día, los jueces consideraron que, como dirigente del MTP, no podía no estar al tanto de las intenciones del grupo que lideró Enrique Gorriarán Merlo, un ex miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en los años 70, sancionado entonces por la conducción guerrillera con la degradación por su incapacidad militar.

Fray Puigjané pasó nueve años preso por el ataque a La Tablada, la acción guerrillera más violenta desde que los violentos años 70 quedaron clausurados por el terrorismo de Estado: siete de esos años carcelarios, los pasó el sacerdote en el pabellón 18 de la cárcel de Caseros, en una celda de 2.50 por 1.50, rodeado de fotos de tres sacerdotes: la de Carlos Mugica, asesinado por la Triple A en 1974, la de Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, asesinado en 1976 por las fuerzas a cargo del general Luciano Benjamín Menéndez, y la del obispo de Neuquén, Monseñor Jaime de Nevares, que murió en 1995. Otros dos años pasó preso Puigjané en la cárcel de Ezeiza y, al cumplir 70 años, fue beneficiado con la prisión domiciliaria que cumplió en instituciones religiosas, entre ellas la iglesia y convento de Santa María, en Coghlan.

Siempre negó haber conocido los planes del MTP: “Los muchachos nunca me dijeron nada sobre algo que, ellos sabían, yo no iba a aprobar”, dijo en varias oportunidades.

En otras, admitió haberse sentido “usado” por el MTP: “Me pedían que me quedara con ellos. Me usaban como una estampita para atraer gente”. En otros casos adhirió a la teoría que afirmaba que los asaltantes del regimiento habían sido “engañados” por la inminencia de un golpe de Estado contra el gobierno de Raúl Alfonsín, golpe que era inexistente, pero teoría que estaba abonada por sucesivos alzamientos carapintadas.

En otras ocasiones, Puigjané defendió incluso la figura de Gorriarán Merlo, a quien definió como “El verdadero fundador del MTP y su gran animador”. Ya en 2004 el sacerdote se avino a juzgar el ataque a La Tablada como “un error muy grande”, aunque siguió con su prédica condescendiente para con el MTP: “Era un movimiento que había descartado la vía violenta, la lucha armada. Tendía a hacer un cambio revolucionario a partir de la participación de todos. Proponíamos un trabajo en los barrios, desde las bases. La Tablada fue un hecho accidental que, lamentablemente, ha destruido al movimiento”, dijo en un reportaje de ese año, en el que definió como “una farsa” el juicio que se siguió a los acusados del ataque al RI3.

Durante ese juicio, en julio de 1989, Puigjané se definió como un “militante de la Teología de la Liberación” y admitió, contra lo que reveló años después, que la lucha armada “se legitima in extremis, cuando están cerradas todas las puertas”. También dijo que no sabía que Gorriarán Merlo era un prófugo de la Justicia (fue detenido en México en 1995) y que tampoco era consciente de que el local del MTP en Quilmes, bajo su dirección, llevaba el nombre “22 de agosto” en alusión al fusilamiento de 17 guerrilleros en la base naval Almirante Zar, de Trelew, en 1972.

Los vaivenes de Puijgané, su aparente candor, (“Soy demasiado crédulo”, dijo una vez) candor que sus enemigos tomaban como impudicia, las varias versiones e interpretaciones que dio de aquel ataque y el silencio en el que se recluyó en los últimos años, cierran con una incógnita una de las páginas más sangrientas de la historia argentina contemporánea.

Juan Antonio Sebastián Puigjané había nacido en Córdoba el 13 de junio de 1928 y le gustaba decir que su llegada al mundo había sido “un día antes que la del Che Guevara”. A los cinco años le dijo a su madre que quería ser sacerdote, ayudó a los nueve años en las misas de los capuchinos provinciales, entró en el seminario a los 12 años y se ordenó sacerdote a los 24. Era el mayor de cinco hermanos que padeció la separación de sus padres, la internación de la madre en un instituto neuropsiquiátrico y la muerte temprana de dos de sus hermanas.

En los años 70, como cura villero en Mar del Plata, se enfrentó con monseñor Antonio Plaza, que lo expulsó de su diócesis. Puigjané llegó entonces a La Rioja y la máxima autoridad eclesiástica, el obispo Angelelli, lo envió a Anillaco, el pueblo natal del entonces gobernador provincial, Carlos Menem. Un escándalo mayúsculo hizo que Angelelli lo retirara de su misión: Puigjané fue acusado poco menos que de comunista y guerrillero y poco menos que linchado por una turba de ultraderecha, según los cánones de la época. Angelelli se lo llevó de Anillaco con un sabio consejo: “Antonio, una cosa es morir como mártir y otra morir por boludo”.

En plena dictadura militar, Puigjané encaró una línea de resistencia que debe haber alterado el humor de aquellos centuriones: “El sentido de la verdadera subversión es la que debe tener todo cristiano frente a un régimen terriblemente injusto y criminal como el que tenemos ahora”. Se unió en aquellos años a Madres de Plaza de Mayo y fue encarcelado en 1989. El cardenal Juan Carlos Aramburu le retiró las licencias para dar misa por su prédica “antievangélica” y en marzo de 1984 lo expulsó de la arquidiócesis.

Fundó entonces la revista “Entre Todos”, que sería órgano de prensa del MTP luego de fundarlo en 1986 junto a Jorge Baños, Francisco Provenzano y Carlos Alberto Burgos, todos muertos en La Tablada.

No es verdad que Gorriarán Merlo fue uno de los fundadores del MTP, como sostuvo alguna vez Puigjané. Tal vez haya sido uno de sus animadores, sí, pero el ex jefe, degradado, del ERP, se incorporó después, para darle a la agrupación un giro militarista que provocó varias deserciones.

Después de la sangrienta batalla de La Tablada, Puigjané intuyó, con acierto, que debería dar algunas respuestas en sede judicial. Consultó con su amiga, ex jueza y abogada del CELS, Alicia Oliveira, que le aconsejó presentarse ante la Justicia. A las 11 de la mañana del 30 de enero de 1989, con el eco del combate todavía audible, Puigjané se entregó en los Tribunales ante el entonces fiscal Aníbal Tharra. Le dijo: “Yo no sabía nada”.